La inquietante etapa de la adolescencia es el amanecer de la persona adulta, cuando la luz desbordada es cegadora, llegados a la madurez, la luz es más cálida y serena.
Cuando amanece
en tu rostro muestras
la inquietud del alba,
el sable afilado de la luz
que todo lo indaga,
el ansia de alcanzar
el ansia de alcanzar
la hora del mediodía
y recorrer el horizonte que bosteza.
Pero yo ya tengo la tarde
reposando sobre mi espalda,
la hora serena en que todo sestea.
Y no me interrogo
por qué una mariposa rota
lleva las alas cargadas de polvo de estrellas.
Ni por qué la piedra del río
escribe su historia en la orilla
del mundo que la ignora.
Ni dónde va el ave
que dibuja su sombra sobre la hierba,
sobre el mar y sobre ese niño
que intenta tocarla.
Sólo quiero permanecer despierta
cuando la tormenta recorra
la noche temerosa,
herida de luz.
Ya sólo recojo silencio
que gota a gota roza mis labios
áridos, sedientos.
Ya sólo contemplo
la esencia viva que late.
Y la brisa de la tarde
me acompaña
por la vereda azul
que aún no he pisado.
Como siempre, un placer leer tus versos. Versos de corazón latiendo al ritmo de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo
Rita
Que bello poema María Teresa, un placer pasar por tus letras, felicidades amiga...Te mando un fuerte abrazo
ResponderEliminarPalabras que acarician el alma, acompañadas de una música que abraza. Un beso Mª Teresa
ResponderEliminarTodo un recorrido poético por las etapas vitales de cualquier ser humano, cada una de ellas con su luz y sus oscuridades, desde la perspectiva de una madurez clarividente y serena tanto en lo personal como en lo poético.
ResponderEliminarMis felicitaciones.
Besos