La poesía toca con sus alas lo más pequeño, lo más excelso, toca el dolor y la alegría.

Nos pega a la tierra, a los seres vivos, nos eleva y transporta a otra dimensión.

11 agosto 2011

Al recuerdo

Lamento no haber podido actualizar el blog con más asiduidad, lamento igualmente no haber tenido tiempo para visitar los blogs amigos que tanto me han enriquecido. Asuntos labolares absorvieron mis horas durante muchas semanas. Espero que septiembre sea más generoso conmigo y me conceda estos espacios temporales que tanto ansío. En un respiro de actividad quiero recuperar un poema, ya publicado, que rememora mis años de niñez en un pueblecito de Castilla. 


Regresar
a la ondulante marejada de trigo
al sopor aplastante de la tarde.
Algarabía de chiquillos en las calles.
Regresar al estival concierto de la infancia.

Inconsciente ceguera
de todas las angustias
de todos los sudores,
inconsciente ignorancia
de todos los pesares,
de todas las tormentas
que el grano cosechado amenazaban,
de las tempestades
que vencieron el sofocante estío
y el infinito azul de plomo.

Regresar
al indolente transcurso de los días,
al frescor de las noches acaudilladas de luna,
cortejada de estrellas,
a las luces, qué tan frágiles,
morían a toque de relámpago
o bajo platillos pasaban
la penumbra temblando.

Regresar a esas luces
aunque nunca iluminaron mis pasos
en las calles henchidas de tinieblas.
Regresar a la aventura
de todos los temores inventados
al vértigo de la inclemencia inesperada,
a la presentida gracia de los cielos.

Regresar, regresar
a la dulce inocencia de las manos blancas.