Perdimos
el equilibrio y la calma,
las
manos que en alfar
acariciaban
contornos por nacer.
Hemos
perdido las manos que trenzaban juncos
a
la sombra plácida del tiempo,
enea
y palma para el reposo y el pan;
manos
tejedoras de redes
que
a la mar fueron bridas
y
arañaron el sustento.
Perdimos
el equilibrio
y
las bocas que hilaban historias
a
las puertas de la noche,
que
amasaban pacientes
horas
dulces para el día,
dedos
que sosteniendo acuarelas
pintaban
la blanca anchura de la tarde en paz.
Hemos
perdido el equilibrio y la calma
de
los pasos lentos en caminos largos
que
daban respiro a la palabra,
firmeza
al pensamiento,
fragmentos
de la vida andada y por andar
Perdimos
el equilibrio y la calma
esclavos
de un reloj mecánico sin corazón.