Escapé de la noche 
de los mil y un cuentos sin magia,
del reino del esplendor divino 
de las cosas no divinas,
de los espacios vitales habitados
por naturalezas muertas sin memoria.
Escapé de la abstracta luminosidad 
de estrellas sin corazón 
efímeros fósforos consumidos.
Escapé de la fuente 
que inunda todas las gargantas 
que no calma la sed de altura 
ni lava la piel tatuada de calumnias. 
Escapé de la mano 
que paternal me robara el grito, 
la exclamación de libertad.
Libre para morir de frío 
en el mar insondable de la vida 
o caminar descalza 
en la abrumadora brasa de su arena.
Para vivir,
para vivir
para vivir
al borde de la vida o de la muerte,
al vértigo del hielo o de la llama.

