La justicia busca su sentido 
extraviada por los pasillos
tras despachos ordenadamente numéricos. 
Busca en el trasiego de gentes que la
invocan 
la justificación de su existencia. 
Pero no hay equilibrio ni poesía 
en el interminable laberinto 
de sus códigos prosaicos. 
Sus versículos son pasajes sin salida 
donde se desorienta temerosa la inocencia.
Elegido símbolo humano, 
falsamente ciego, 
que bajo su venda 
hace un guiño a los poderosos 
y mira de reojo a los humildes. 
Cauce abierto a la injusticia,
balanza desequilibrada 
al peso de los mayúsculos.

