Soneto a la vieja y amada Castilla.
A ti, tierra mía abandonada,

que no diste los frutos generosos
que los hombres a brazos laboriosos
te pidieron al arado y a la azada.
A encina de tu campo polvoriento,
bajo su sombra recia y centenaria
reposaré mi pluma solitaria
y nutriré de ti mi pensamiento.
De mi pueblo, sus montes ancestrales
guardan paz y silencio de capilla
donde lanzo a las ondas orbitales
el soneto amasado con semilla
de mi tierra y azules celestiales
de los campos abiertos de Castilla.