
Si mis manos Gaia
han de volver a arañarte,
no me niegues el último fruto.
Voy unida a tu, ya pálido,
cuerpo esmeralda,
agarrada a tu seno ocre
esperaré de ti
la última gota limpia y dulce
de tu leche de madre.
Desterrada soy del hombre,
aún colgada de tus pechos escuálidos
transito por la extensa aridez del mundo.
Tú me miras con los ojos hundidos
desde tu cuerpo inerte,
desahuciado.
Ya sé que no grité,
que no abracé tu cuerpo con mis manos,
que no hinqué mis rodillas para invocar,
con fértil ritual, tu corazón de barro
y ese dorado milagro de espigas y de vid.
Pero yo no soy de allí.
Escapé de la ciudad
y si alguna vez regreso a ti,
ya cansada,
guárdame un pedazo de tu pan
para calmar mi hambre de esperanza,
para calmar mi sed de caminante
esperaré del cielo
tus lágrimas.
han de volver a arañarte,
no me niegues el último fruto.
Voy unida a tu, ya pálido,
cuerpo esmeralda,
agarrada a tu seno ocre
esperaré de ti
la última gota limpia y dulce
de tu leche de madre.
Desterrada soy del hombre,
aún colgada de tus pechos escuálidos
transito por la extensa aridez del mundo.
Tú me miras con los ojos hundidos
desde tu cuerpo inerte,
desahuciado.
Ya sé que no grité,

que no abracé tu cuerpo con mis manos,
que no hinqué mis rodillas para invocar,
con fértil ritual, tu corazón de barro
y ese dorado milagro de espigas y de vid.
Pero yo no soy de allí.
Escapé de la ciudad
y si alguna vez regreso a ti,
ya cansada,
guárdame un pedazo de tu pan
para calmar mi hambre de esperanza,
para calmar mi sed de caminante
esperaré del cielo
tus lágrimas.