Puestos a pedir, pidamos que se nos predique con el ejemplo, con actos no con palabras,
y prediquemos también del mismo modo que exigimos.
Predícame 
con las manos ensangrentadas 
sanadoras de llagas extranjeras. 
Lava mis pies extraviados, 
unge con tu óleo 
la frente confusa de mi pobre espíritu 
y limpia las heridas de mi alma
que vengo de recorrer caminos 
de polvoriento desprecio, 
zarzales me abofetearon el rostro.
Predícame 
buscando a la oveja negra 
enredada en el espino 
y ablandando el corazón de los lobos.
