Decía Miguel Delibes: ¿...qué será de un paisaje sin hombres que en él
habiten de continuo y que son los que le confieren realidad y sentido...? ¿Qué
interés tiene preservar la Naturaleza ... si no se puede encontrar allí a los
que saben dar su nombre a la montaña, y que al hacerlo, la dan vida?...
Yo recogí las espigas
de la tierra de mi padre
cuando los guardianes del mundo
andaban solos por los caminos.
Ladraban los lebreles
y el eco repetía lejanamente
los nombres de los muertos.
La luz tornasolada desciende
al encuentro con la noche,
los senderos desolados,
ni un alma frecuenta
los montes atardecidos.
Cuando vuelvan, si regresan,
se habrán borrado los nombres
del lugar y de las cosas.
Caerá la lluvia, llanto sin consuelo
por el abandono y el olvido.
Yo recogí las espigas
supervivientes de la postrera siembra,
las últimas espigas
de la tierra de mi padre.
Pan de centeno traigo
para alimentar los nombres
del lugar y de las cosas.
Pan de centeno traigo
para el recuerdo y tus ojos.
de la tierra de mi padre
cuando los guardianes del mundo
andaban solos por los caminos.
Ladraban los lebreles
y el eco repetía lejanamente
los nombres de los muertos.
La luz tornasolada desciende
al encuentro con la noche,
los senderos desolados,
ni un alma frecuenta
los montes atardecidos.
Cuando vuelvan, si regresan,
se habrán borrado los nombres
del lugar y de las cosas.
Caerá la lluvia, llanto sin consuelo
por el abandono y el olvido.
Yo recogí las espigas
supervivientes de la postrera siembra,
las últimas espigas
de la tierra de mi padre.
Pan de centeno traigo
para alimentar los nombres
del lugar y de las cosas.
Pan de centeno traigo
para el recuerdo y tus ojos.
Como siempre, siembras poesía; poesía del alma,poesía.
ResponderEliminarUn abrazo, Teresa
Rita