En memoria de las víctimas del atentado terrorista en Madrid el 11 de marzo de 2004.
La paz de la mañana se rompió
como nube que se fragmenta
roja de sangre al crepúsculo
en la línea de un horizonte inesperado.
Y los fantasmas
que habíamos alimentado soberbiamente
tomaron vida.
Eran como el hombre,
a su imagen creados,
cuando en el hombre se borra
la imagen de Dios.
De sus actos, a esa hora,
quedaron silencios implacables
cuyo gemido desgarrador podía oírse,
y llantos, aterradores llantos,
terriblemente mudos.
Se alzaron al cielo los brazos
enlazados de luto,
del cielo,
lágrimas blancas empaparon las manos.
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