La poesía toca con sus alas lo más pequeño, lo más excelso, toca el dolor y la alegría.
Nos pega a la tierra, a los seres vivos, nos eleva y transporta a otra dimensión.
06 octubre 2008
Madre
Madre
ya sé que tienes los huesos
descolgados de la tierra.
Sé que te duelen los días
y que las noches te arañan
con uñas de miedo.
Sé que te pesa el cuerpo
como un siglo,
que tienes cansada la boca
y las palabras,
que tus ojos amados
son dos pozos oscuros
de agua blanquecina
cegados a la luz.
Sé que te duele la vida
de quebrantos y pesares,
que ya no ocultas
las cicatrices profundas
del ayer.
Sé que es difícil
arrancarte la sonrisa que se esconde
entre los surcos amables de tu rostro.
Pero, madre,
apóyate en mis manos y en mi pecho
que seguiré encendiendo
por ti la lamparita de tu alcoba.
Te acogeré en mi seno,
madre, hasta la última hora,
como en el tiempo
que me acunaste tú.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Entrañable trabajo sobre quién nos ha dado la vida. Hermoso regalo de amor para quién sacrifica la vida por nosotros. Una buena composición acertadamente estructurada. Suave la cadencia del verso y buena musicalidad. Un poema creado con el corazón para y por quién, en su día, nos ha regalado la vida...
ResponderEliminarSolamente puedo decir que me gusta y emociona. Ojalá alguna vez mi hija ya no escriba, piense algo así sobre mi.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Manoel Xosé. Pienso que comunicarnos a través de los sentimientos es el diálogo perfecto.
ResponderEliminarTeresa.
Aurora. Igualmente gracias por tu comentario. Deseo que tu hija capte la sensibilidad que posees y sepa demostrarte el amor que te tiene.
ResponderEliminarTeresa.