Concededme el beneficio de la duda.
Dejad que la furia del viento
me envuelva y me arrastre. 
Dejad que estampe mi cuerpo 
contra el voluble rostro de una nube gris. 
Dejad que raudos caudales 
mis pies desarraiguen del polvo 
y en su vorágine me lleven 
a las aguas de un desconocido mar. 
Dejad que un ave cualquiera en sus garras 
arrebate del mundo mi sombra 
y me lleve en su ruta emigrante 
más allá del horizonte, al confín.
No dejéis que aferre en su vientre 
ni que ahogue mis ansias de mares 
las redes perversas de un mal pescador. 
No dejéis que muera en la boca necia 
que se dice fontanal de sabios.