La poesía toca con sus alas lo más pequeño, lo más excelso, toca el dolor y la alegría.

Nos pega a la tierra, a los seres vivos, nos eleva y transporta a otra dimensión.

30 marzo 2011

La gran duna -Reposición-

La gran duna se mueve lentamente; a menudo,  duerme; pocas veces el viento provoca el despertar para escribir su historia. 
Su aptitud da forma al paisaje que la rodea.


Nosotros
la gran duna afable que ignora,
que asiente, que torna,
que aplaude la arenga que sopla,
que se inclina al norte, al sur,
a diestra, a siniestra.

Nosotros que apenas escuchamos,
que vemos apenas,
hablamos largamente de otras cosas,
como por ejemplo,
de la altura que nuestros granos alcanzan
aunque el viento en un instante los venga a enterrar.

Nosotros que vamos de la agenda laboral
al dibujo de la colcha de la cama
gastando nuestro aliento en escaparates de baratijas.

Nosotros que adoramos las estrellas del mundo
que ignoramos las del firmamento.
Nosotros, estrellas ignoradas,
ignorantes de nuestra luz.

Nosotros que sufrimos las heridas
infligidas por nuestras propias manos
armadas con intenciones mayúsculas.

Nosotros que lloramos nuestros muertos.
Nosotros que morimos en silencio.
Multitudinaria muerte,
solitaria muerte,
desnuda, desnutrida,
desamparada muerte.

Nosotros y nuestros ojos grandes
como soles oscuros,
esclavos de vuestra corte y vuestro placer.
Nosotros, víctimas sin ojos,
verdugos amamantados de venganza,
soldados paridos para el odio,
mártires sin perdón y sin cruz.

Nosotros, la gran duna afable
que se inclina fervorosa,
arrodillada ante tabernáculos terrenales,
rendida ante una falsa y blasfema fe.