El silencio y sus sonidos de plata, la calma, la contemplación del cielo nocturno, tienen, para mí, un valor incalculable. Julio posee esa riqueza.
La noche es clara, serena,
la luna creciente.
El sonido de un cencerro lejano y monótono
acuna el descanso.
No hay forma poética
de describir la calma que se cierne.
La noche duerme dilatada
sobre los campos y las casas
como un pacífico y gigantesco buey.
No hay nada más.
Silencio.
Unos perros ladran intermitentes.
La noche es amplia y liviana.
Silencio.
No hay nada más.
Algo debe gestarse en esta hora,
alguna estructura compleja que nace única,
alguna vida única que acaba.
Los perros ladran de nuevo,
el cencerro monótono sigue,
No hay nada más.
Silencio.