El río de la abundancia
desemboca en simas abiertas,
fosas insondables.
En sus orillas,
comisuras de crepusculares labios
quedan los restos del banquete.
Y la gula coronada
pisotea el pan y la carne
ante los ojos hambrientos del mundo.
Los pájaros acuden raudos
a comer la migajas por el suelo
para impedir el enojo en las alturas,
pero el pútrido olor de sus restos
sobrepasa la atmósfera.
Las semillas de los frutos despreciados
serán estériles,
escupidas por los surcos del arado,
les negará sus pechos desbordados la nueva primavera.
Retumba el trueno en la montaña,
es el grito de Gaia
que repudia las bocas de sus hijos insaciables
y no querrá engendrarlos
para evitar que la devoren.
desemboca en simas abiertas,
fosas insondables.
En sus orillas,
comisuras de crepusculares labios
quedan los restos del banquete.
Y la gula coronada
pisotea el pan y la carne
ante los ojos hambrientos del mundo.
Los pájaros acuden raudos
a comer la migajas por el suelo
para impedir el enojo en las alturas,
pero el pútrido olor de sus restos
sobrepasa la atmósfera.
Las semillas de los frutos despreciados
serán estériles,
escupidas por los surcos del arado,
les negará sus pechos desbordados la nueva primavera.
Retumba el trueno en la montaña,
es el grito de Gaia
que repudia las bocas de sus hijos insaciables
y no querrá engendrarlos
para evitar que la devoren.