La poesía toca con sus alas lo más pequeño, lo más excelso, toca el dolor y la alegría.

Nos pega a la tierra, a los seres vivos, nos eleva y transporta a otra dimensión.

06 octubre 2008

Madre


Madre
ya sé que tienes los huesos
descolgados de la tierra.

Sé que te duelen los días
y que las noches te arañan
con uñas de miedo.

Sé que te pesa el cuerpo
como un siglo,
que tienes cansada la boca
y las palabras,
que tus ojos amados
son dos pozos oscuros
de agua blanquecina
cegados a la luz.

Sé que te duele la vida
de quebrantos y pesares,
que ya no ocultas
las cicatrices profundas
del ayer.

Sé que es difícil
arrancarte la sonrisa que se esconde
entre los surcos amables de tu rostro.

Pero, madre,
apóyate en mis manos y en mi pecho
que seguiré encendiendo
por ti la lamparita de tu alcoba.

Te acogeré en mi seno,
madre, hasta la última hora,
como en el tiempo
que me acunaste tú.